Te cambio la luna nueva
por una luna a estrenar.
Te cambio arena por sal.
Te cambio tus sueños rotos
por un amanecer de otoño.
Te cambio el color del mar
por el café de tus ojos.
Tus manos firmes te las cambio por mi cuerpo;
tus pasos, por mi rumbo; mi estribo, por tu sombrero.
Te cambio la luz del día,
cuando se nubla en enero,
por churros con chocolate.
Tu vino dulce y tu pan
te los cambio por mis besos.
Te cambio las grietas de tu coraza
por el hilo con que coso
jazmines en tus manteles.
Cambio tus ganas gastadas
por cualquiera de mis ganas.
Te cambio la sopa fría
por bizcocho de canela;
tu soledad por la mía,
mi alegría por la nuestra.
Cambio el ruido de la calle
por una siesta contigo.
Cambio mis tacones
por tu delantal,
mi patio por tu escalera,
mi almohada por cualquiera
de los cojines de tu sofá.
Cambio tu insomnio por un té de menta,
tu inquietud por mi sosiego,
tu caminito de piedras
por una orilla del río
donde me siento y meriendo.
Cambio mis anillos de mano,
y me cambio el corazón de sitio si tú lo quieres más cerca.
Cambio mi calle por tu casa.
Traigo leña para tu chimenea,
de cuando fui árbol caído.
Cambio mi llave por tu puerta.
Traigo cerveza,
y un ojalá-siempre-me-quites-el-frío.
Cambio todo lo que soy,
por lo que tú haces que sea.
Te cambio un beso por otro.
Te cambio lo que no te han dicho
por lo que gritan mis ojos.
Te cambio tu amor herido,
por uno roto y descosido
listo para estrenar.